L’ARADER, EL FUSTER DEL CAMP

Normalmente hechas con troncos enteros, bien visible el origen de la materia, las barandillas y pasamanos se encuentran en lugares como los miradores o escaleras que pasan por el Camino de Caballos.

Es la pieza que más se pide. El auge de las barreras de acebuche, que vivió debido a su uso en lugares turísticos y chalés a partir de los años 70, mantuvo vivo el trabajo de los araders.

Los carteles de madera se emplean para señalizar diferentes ubicaciones, aunque la mayoría acaban en el campo, para poner el nombre del lugar en concreto. Se marcan con diferentes técnicas.

Una de las construcciones que más de moda se han puesto, debido al creciente interés que la miel ha despertado entre la población, y que se construyen bajo demanda.

Desde el mango más pequeño para una azada, hasta un pou de torn, pasando por norias, carros, horcas, medidas, y también arados. No hay herramienta del campo que no se pueda hacer.

Con la madera como protagonista, la decoración y el interiorismo abarca piezas como las barreras convertidas en cabezales de cama, hasta espejos y otros elementos decorativos.

Entendido como mobiliario relacionado con las casas de campo y los lugares, aquel que era sencillo pero efectivo, como las mesas de campo, bancos, sillas o tamboriles.

Para ocasiones de celebración, se crean diseños enfocados al evento en concreto, que puede ir desde una sencilla medalla de madera a un trofeo mucho más elaborado.

Dentro de la restauración destacan los trabajos de recuperación de herramientas del campo que están en desuso o se emplean de manera muy puntual. Es el caso de carros y norias.

La parte más artística del trabajo de arader, contempla el torno como herramienta principal para dar forma a la madera, que en este caso expande el catálogo muchos más allá del acebuche.

Todo lo que es material de cocina se encierne dentro de esta categoría. Cucharas, espátulas, horquillas, morteros, amasadores de cocina, posts para cortar...